La segunda ley de la termodinámica nos dice
que el universo tiende al caos y al desorden pero la vida tal cual la conocemos
desafía ese caos para organizarse en sistemas altamente complejos y mantener su
propio equilibrio dentro del universo. Vida basada en átomos que se unen para
formar moléculas y que a su vez se unen para formar macromoléculas que
interaccionan con otras macromoléculas. Este orden vivo, se manifiesta en miles
de formas, tamaños, colores, olores o sabores. En particular, las plantas con
sus flores y frutos, nos brindan una posibilidad de las miles que existen de
observar, participar y sentir la vida en su más pura esencia. Una esencia
basada en el nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte o lo que es lo
mismo materia y energía que se transforman constantemente.
La evolución de nuestra especie ha supuesto el sacrificio
del vínculo vital que teníamos con la naturaleza por el bienestar material como
principal objetivo de felicidad y plenitud. Si nos remontamos a un día de hace
20.000 anos el medio natural era fuente de cobijo, alimento y relaciones
personales pero ahora se ve como una fuente de dinero sin reparar en el daño
que ello pueda causar al ecosistema global, a nuestra personalidad y a nuestra
propia salud en general. Hemos pasado de ser parte del medio natural a
sentirnos los dueños del mismo pero a pesar de ello no hemos perdido ese
instinto primitivo. En los anos 50, el auge de las ciudades provocó un éxodo
masivo del campo a la ciudad pero es ahora cuando muchas de aquellas personas
ya jubiladas, sienten la necesidad de volver a sus raíces, regresan al pueblo
que les vio crecer y cuidan su propio huerto como lo hacía su familia. Al mismo
tiempo parte de las nuevas generaciones que hemos nacido en la urbe y que nunca
hemos estado vinculadas con el mundo rural o con la naturaleza esta optando por
sentir en primera persona esa fuerza natural. Una necesidad de respirar aire
limpio, de sentirse libres y salir del hormigón a través de deportes de
aventura que sirven para alimentar en cierto modo ese vínculo vital olvidado y
poder tener el enfoque de nuestra vista mas allá del edificio que tenemos a
delante.
Nos encontramos en un momento donde la información sobre
nutrición esta al alcance de todo el mundo. Sabemos mejor que nunca que es una
vida saludable y que somos lo que comemos. A pesar de ello, existe un aumento
de enfermedades directa o indirectamente derivadas de la alimentación bien por
consumo excesivo de determinados alimentos manufacturados como por la ingesta
de alimentos aparentemente inocuos pero cargados de tóxicos derivados de una
agricultura que emplea pesticidas y fertilizantes de síntesis química. Las
limitaciones de la vida diaria no nos permite decidir el aire que respiramos
pero si podemos elegir lo que comemos y afortunadamente son muchas las personas
que ya incluyen de forma habitual alimentos “eco o bio’, pero esta opción
muchas veces marketiniana, no esta al alcance de todos debido a su elevado
coste. Otras directamente optan por cultivar sus propios productos bien sea en
huertas tradicionales o en macetas en su propia terraza.
No podemos negar que estamos ante una revolución verde
donde cada vez son mas las personas que optan por mantener una unión más o
menos directa con lo natural, con lo saludable.
Sea cual sea la razón por la que hemos decidido cuidar
una huerta siempre compartiremos el mismo instinto de supervivencia,
autosuficiencia y ganas de vivir la naturaleza. Hay tantas formas de ver la
huerta como variedades de tomates. Personalmente, propongo una huerta sostenible
acorde con nuestras posibilidades y fundamentada en el mínimo impacto ambiental
y máxima satisfacción personal. Lo que planteo puede sonar utópico pero por eso
mismo podemos verlo como un reto en el que espero que todos mis éxitos y
fracasos puedan serviros de ayuda. No debemos de olvidar que no es una ciencia
exacta y que cado uno tiene que experimentar todo aquello que se le ocurra.
Partiendo de la base de una agricultura
inteligente y ecológica podemos encontrar grandes consejos en múltiples publicaciones
como las de John Seymour, Serafín Sanjuán, Gaspar Caballero o Mariano Bueno.
Tampoco hay que olvidar la experiencia de los amigos del foro de infojardín
donde podemos encontrar infinidad de respuestas.
Si no dispones de terreno y quieres cuidar tu propia
huerta puedes preguntar a algún conocido que pueda prestarte una pequeña
parcela, preguntar al dueño de cualquier terreno abandonado o al
ayuntamiento. Si nada de esto da resultado lánzate al campo y cambia zarzas por
tomateras. El cultivo ecológico no requiere de grandes esfuerzos simplemente un
poco de tiempo, ganas y entusiasmo.
Bienvenido a la revolución verde!
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